Perdida en el bosque, encontró a dos hombres que sabían cómo complacerla. Mientras se tocaba, ellos la observaban y se unían a ella. Sus gemidos resonaban entre los árboles mientras le proporcionaban la liberación que ansiaba. Nadie sabía dónde estaba, pero a ella no le importaba. Solo quería sentir sus manos sobre su cuerpo, sus labios sobre los suyos, sus vergas dentro de ella. Le dieron lo que necesitaba, una y otra vez, hasta que estuvo demasiado débil para moverse. Fue una noche que jamás olvidaría.