Bellezas medievales ansían dos pollas enormes en sus estrechos orificios, gimiendo y gritando de éxtasis con cada embestida. Sus culos regordetes y redondos se estremecen mientras son penetrados sin descanso, hasta quedar cubiertos de múltiples descargas explosivas. A la intemperie, se enfrentan sin pudor a todo el que se les acerca, implorando más.