Los finos dedos de Victoria rozaron su húmedo coño, provocándose hasta el borde del orgasmo. Pero eso no le bastó esa noche. Decidida a alcanzar el máximo placer, agarró su fiel consolador y lo introdujo profundamente, observando cómo su cuerpo se retorcía de placer. Gemidos escapaban de sus labios mientras lo usaba, sintiendo un intenso orgasmo crecer en su interior hasta estallar en una vertiginosa oleada de éxtasis.