La lujuriosa abuela ansiaba la palpitante hombría de su hijo. Ya no podía resistirse a su cuerpo musculoso. Se rindió a sus deseos más primarios, rodeándolo con sus brazos arrugados y llevándolo profundamente dentro de ella. Los gemidos resonaron por la campiña británica mientras alcanzaban el máximo placer, dejándolos a ambos completamente satisfechos.