Observé cómo Lady Mesmeratrix tomaba el control de mi esposo, Andrea Diprè, y su vara de amor. Su forma de trabajar era pura magia. Era evidente que sabía lo que hacía. La pelota con la que jugaban fue solo el comienzo de su noche ardiente y apasionada. Al final, me quedé con una sensación de calor y malestar, rogando por más.