Al entrar en los vestuarios del gimnasio, mi mirada se fijó de inmediato en una mujer al otro extremo de la sala, con la mano entre las piernas mientras se daba placer. A nuestro alrededor, la gente iba y venía, ajena a su exhibicionismo. De repente, dejó escapar un gemido de placer y se corrió por todo el suelo. Fue una exhibición pública que jamás olvidaré.