Sus dedos danzaban sobre sus curvas, acariciando sus pezones con suavidad mientras su otra mano jugueteaba con ellos. Verse reflejada en el espejo la excitaba aún más. Siempre había tenido un busto precioso, y jugar con él era una de sus formas favoritas de amor propio. Sus gemidos llenaban la habitación mientras cabalgaba sobre las olas del éxtasis. Era su secreto más sucio, pero ¡qué bien se sentía!