Mientras veía sus enormes tetas rebotar, no pude resistirme a subirla a mi coche. Me hizo una mamada con ganas, pero lo que realmente me puso cachondo fue cuando me rogó que le hiciera una corrida interna. Y sin dudarlo, se lo tragó todo, sin dejar rastro. Esta belleza de ébano sí que sabía cómo satisfacer mis deseos lujuriosos.