Mi esposa, la traviesa, se puso cachonda en la fiesta de la oficina, chupando y soplando como una profesional hasta quedar cubierta de semen caliente y pegajoso. Fue un paraíso amateur, recibiendo facial tras facial, poniéndome tan cachondo que no podía esperar a estar a solas con ella y demostrarle quién manda. Fue la experiencia voyeur de realidad más salvaje de mi vida, y disfruté cada minuto de sexo.