Ella se yergue, como una maestra en su oficio, mientras su esclavo se arrodilla ante ella, deseoso de servirle. Él lame obedientemente su saliva del suelo de la jaula, perdido en un mundo de sadomasoquismo intenso y juegos fetichistas. Con cada lamida, se hunde aún más bajo su dominación erótica, incapaz de resistirse a su voluntad.