En el mundo de los sueños, el trasero regordete de Kali era una vista fascinante. La forma en que rebotaba y se mecía me producía escalofríos. ¡Ay, cómo ansiaba hundir los dientes en esas jugosas mejillas y darles una buena nalgada! Mis manos ansiaban agarrar y amasar esos montículos, dándoles una buena nalgada hasta que se tiñeron de rojo. Kali, mi diosa de ensueño con un trasero celestial, me hiciste babear toda la noche.