Melody Marks estaba furiosa. Había encontrado cubitos de semen en el congelador y sabía perfectamente a quién pertenecían: a Kyle Mason. Irrumpió en su habitación y exigió algo más que una explicación. Quería su pene, y lo quería ya. Él, encantado, la complació, la dobló y la penetró con fuerza a cuatro patas. Ella lo montó a horcajadas, con los pechos rebotando mientras gritaba pidiendo más. Él la volteó y la penetró en posición de misionero hasta que estuvo a punto de correrse. Ella le hizo una felación profunda, gimiendo mientras él eyaculaba sobre su cara.
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