La presidenta está acostumbrada a mandar, pero esta noche suplica clemencia. Él la agarra del pelo, guiando su boca arriba y abajo por su grueso pene, y los sonidos de succión y arcadas llenan el Despacho Oval. Ella es una experta en mamadas, pero él quiere más. A cuatro patas, la penetra con fuerza, y sus gemidos resuenan en la habitación. Ella se sube encima, cabalgándolo al estilo vaquera, con sus grandes tetas rebotando. Él la penetra profundamente, retirándose justo a tiempo para eyacularle en la cara. Quería una corrida facial, y la consiguió. Empapada de semen, la presidenta está completamente satisfecha.
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