Lala Ivey lo suplica, a cuatro patas, ese enorme pene negro penetrándola por detrás. Su piel de ébano brilla, ese descomunal miembro desaparece entre sus gruesas nalgas. Se mueve como una profesional, desesperada por hacerlo correrse. Esta perra está loca de remate, sudando y gimiendo, recibiéndolo profundo hasta que finalmente se corre por todo su precioso culo. Una corrida épica, goteando por sus curvas. Joder, Lala sabe cómo hacer que un tío se corra.