Llamé a una escort a mi hotel para una noche salvaje: sexo duro, mamadas, de todo. Pero cuando se abrió la puerta, ¡joder!, ¡era mi esposa! Resulta que trabajaba como prostituta. Me quedé de piedra, pero mi polla no. Me hizo la mejor mamada de mi vida, tragándosela entera como una profesional. La noche terminó con una corrida facial tremenda, demostrando que es la mujer más buena del mundo.