Es una rubia despampanante, vestida con lencería y medias sexys, recostada en la cama con las piernas bien abiertas. Tiene los ojos cerrados, los labios entreabiertos, mientras sus dedos juguetean sobre su clítoris. No solo está cachonda, está desesperada. "Maldita sea, esto es lo que quiero ahora mismo", gime, frotándose más rápido, con los dedos de los pies arqueándose dentro de las medias. Con la otra mano se aprieta un pecho, haciendo rodar el pezón entre el pulgar y el índice. Está absorta en su propio mundo, buscando ese dulce placer. La habitación está impregnada de su aroma, sus sonidos, su necesidad imperiosa. Solo están ella, sus manos expertas y su ansia insaciable por ese maldito orgasmo.