Hacía un frío tremendo, así que nos desnudamos en el coche. Aparcamos en plena vía pública, incliné a mi flacucha sobre el asiento, apretándole las piernas contra la fría ventana. A cuatro patas, la taladré mientras un cornudo observaba desde la barrera, con la esperanza de unirse a la fiesta de intercambio de parejas.