Me pillaron acariciándome la polla en una habitación de hotel. La criada entró y vio mi pene palpitante. Se lamió los labios, cogió un poco de loción y deslizó sus suaves manos arriba y abajo de mi miembro. Le follé la mano como si no hubiera un mañana, su agarre fuerte mientras me susurraba palabrotas al oído. Cuando ya no pude contenerme, le derramé una descarga masiva de semen sobre las tetas, y el líquido caliente le chorreó por el uniforme. Me limpió, sonriendo y guiñándome un ojo antes de dejarme disfrutar del brillo post-corrida. Un secreto muy caliente entre nosotras, mi corrida final en esa elegante habitación de hotel fue inolvidable.