En una cámara secreta del convento, dos monjas, ambas de apenas 18 años, exploraron sus deseos prohibidos. Empezaron con inocentes lamidas y caricias, pero pronto sus sensuales cuerpos se entrelazaron en un crudo sexo lésbico. Los gemidos resonaban mientras follaban como locas, con sus coños rebosantes de lujuria. Estas monjas católicas eran todo menos inocentes; sus aventuras eróticas, un deleite pecaminoso.