Mi traviesa hermanastra no podía mantenerse alejada. Irrumpió en mi habitación, con su pelo castaño ondeando, diciendo que no se iría hasta conseguir lo que quería. Esta amateur sabía montar a lo vaquera, y ¡joder!, ¡qué mamada tan buena! Intenté resistirme, pero era insaciable, y no pude evitar ceder a sus juegos traviesos. ¿Está mal decir que su vicio me estaba dando un buen espectáculo visual?