Es una zorra hambrienta de polla, con ganas de complacer. «Mascállame», suplica, mirándome con esos ojos de «fóllame». Me agarra la verga, la trabaja como una profesional, escupiendo en la punta, masturbándome a la perfección. Sus tetas rebotan mientras me masturba, haciéndome querer correrme en su preciosa cara. Sabe lo que quiere, y quiere mi semen. Le follo la boca, la abre un poco, pero se la mete hasta el fondo, gimiendo como una perra en celo. Es una pasada hacer mamadas. Me da miedo admitirlo, pero esta zorra sabe cómo hacerme pasar un buen rato. Sus manos y boca en mi polla. Estoy gritando. «Mascállame», digo. «Mascállame hasta el cielo».