Inclinada sobre una caja polvorienta, esta rubia no puede resistir la tentación. Está de vuelta en el almacén, engañando a su marido con su atractiva empleada. La polla amateur es demasiado buena como para dejarla pasar. Se arrodilla, hace una mamada húmeda y luego vuelve a la postura del perrito. Su estrecho coño palpita mientras gime: "¡Fóllame, maldita sea!". El almacén resuena con sus gritos de placer.
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