Mi ardiente hermanastra entró pavoneándose, sus leggings de cuero ceñían cada curva. Se inclinó, mostrando un pequeño desgarro justo al lado de su trasero. "¿Ves algo que te guste?", bromeó. Joder, no pude resistirme. Ella también lo sabía. La empujó sobre la cama y se puso en vaquera, con su cabello castaño ondeando mientras me montaba como una aficionada convertida en profesional. Luego cambió a la posición del perrito, tragándome entero con su estrecho ojete.
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