El abuelo tiene un secreto: le encanta mirar culos, sobre todo los regordetes como las culonas. Hoy, su lado voyeur está de enhorabuena. Llaman a la puerta, y es la repartidora atrevida, con los pantalones a medio bajar y la polla ya fuera. Le gusta algún fetiche raro, le encanta presumir de esa polla lista para una corrida interna. El abuelo no puede creer su suerte; le espera un espectáculo tremendo. Ella entra pavoneándose, guiñándole el ojo, mirándolo fijamente. Este día se ha convertido en una fiesta de locos para el viejo pervertido.