La zorra en medias creía poder con todas las pollas duras de la habitación. Lo que no sabía es que el gangbang perfecto no existe. Empezó con fuerza, penetrando cada polla como una profesional, con su coño afeitado ya abierto, pidiendo más. Pero a medida que el festín sexual se intensificaba, con la boca y el coño llenos, se dio cuenta de que había mordido más de lo que podía follar. Cada embestida, cada mamada, cada gota de sudor la acercaba al límite. Sin embargo, el embate implacable no cesaba. Sus gemidos resonaban, una sinfonía de placer y dolor inmundos. La habitación se llenó del aroma a sexo y del sonido de sus agujeros abiertos siendo rellenados al máximo. Era un desastre, pero uno condenadamente hermoso.