Sintiendo su frente arder, encuentro a mi cuñada temblando en la cama. Es mayor de edad, pero a duras penas. Tengo la cura para su fiebre: una polla dura. La saco, y ella está dispuesta, rodeándola con sus labios como una profesional. ¿Aficionada? No con estas habilidades. Me la chupa, luego se pone a cuatro patas, suplicando que la folle a cuatro patas. Obedezco, embistiéndola antes de que se suba encima, cabalgando a lo vaquera. Calmamos su fiebre al estilo misionero, con mi polla metida en su coño. Ella gime, yo gruño, ambos nos corremos con fuerza. Joder, sí, así se cura la fiebre.