El élder Xanders creía estar soñando. No lo estaban engañando, pero su fantasía se estaba haciendo realidad. El presidente Oaks y el obispo Angus le habían preparado una desagradable sorpresa al chico gay. En la habitación en penumbra, el élder Xanders se encontró cara a cara no con uno, sino con tres sementales cachondos listos para introducirlo al sexo gay duro y crudo. No era una orgía cualquiera; era un festival de sexo gay machista. El aire estaba cargado de testosterona y olía a sudor. La ropa cayó al suelo, revelando pollas gruesas listas para la acción. El élder Xanders no sabía por dónde empezar: si chupar la polla gruesa de Oaks, sentir las fuertes manos de Angus en su culo o frotarse contra el otro semental atractivo. Fue un viaje salvaje y voraz.