Después de un largo día de trabajo, llegué a casa y encontré a mi madrastra, una milf colombiana tetona, inclinada sobre el sofá, con su culo gordo pidiendo a gritos mis manos. Su marido no estaba y ella ansiaba algo de acción. Sabía que me encantaban sus curvas grandes y maduras, sobre todo ese trasero redondo. Recorrí con las manos su piel suave y cálida, admirando cada centímetro. Gimió, apretándose contra mí, su cuerpo pidiendo más. Estaba deseando sumergirme en ella, darle la sorpresa que se merecía.