Resbaladiza por la leche que derramé, me agaché para limpiarla. De repente, mi hermanastro estaba detrás de mí, bajándome los pantalones cortos. Joder, ya tenía la polla dura. La metió a cuatro patas, y no pude evitar gemir. Es insaciable, me bombeó hasta que grité, y luego me dio la vuelta para el misionero. Lo rodeé con mis piernas, sintiendo su polla palpitar. Cambiamos: vaquera, luego quiere una mamada húmeda. Escupí y sorbí, luego lo masturbé hasta que explotó, y terminó con una paja. Una emoción tabú en nuestro encuentro en la cocina, a Bellattrix le encanta.