La madrastra estaba en la cocina, agachada, rebuscando en el refrigerador. Su hijastro entró, con la mirada fija en su trasero, esos pantalones de yoga ajustados que no dejaban nada a la imaginación. Se levantó, se dio la vuelta y lo sorprendió mirándola. "¿Ves algo que te guste?", sonrió con suficiencia, sacando una sorpresa de su espalda: un frasco de lubricante anal. "Estás a punto de hacerte una mamada casera, y luego me voy a meter ese culo virgen tuyo", sonrió. Tragó saliva con fuerza, listo para su primera aventura anal amateur. Ella sabía cómo manejar una polla, y él estaba a punto de descubrir cuánto...