Ella suplicó: "¿Quieres cogerme? Pues cógeme aquí y ahora".
Era una nena ardiente, volviéndolo loco con esa boca sucia. ¿Quieres follarme? Entonces fóllame ahora mismo, bromeó ella. Él no iba a decir que no a eso. La agarró, la dobló y la embistió por detrás, a lo perrito. Ella gimió, amando cada embestida. Entonces tomó el control, empujándolo hacia atrás y subiéndose encima. Cabalgándolo a lo vaquera, frotándose contra él, lo hizo sentir cada maldito centímetro de ella. Pero él quería más, quería ver su cara mientras la follaba duro. La giró sobre su espalda, al estilo misionero, le abrió las piernas y la embistió, sus cuerpos chocando, el sudor se mezclaba, las maldiciones llenaban el aire. Ella le arañó la espalda, rogando por más, exigiendo hasta el último centímetro de él. Se lo dio, follándola duro hasta que se corrió, gritando y maldiciendo. Luego la giró, empujando su polla profundamente en su boca, haciéndola tomarlo todo. Ella lo dejó seco, una mamada final que lo dejó mirando estrellas. Joder, ella era otra cosa.
