Ella confesó: "¡Es mi culpa, papi!", y esta rubia se arrodilló, ansiosa por compensarlo con una mamada húmeda. Su boca hizo magia antes de subirse encima, cabalgándolo con fuerza. Dándose la vuelta, rogó por más, recibiendo con fuerza a cuatro patas. Esta era su disculpa, y disfrutó cada segundo.