Después de una noche salvaje en Shanghái, me encontré en un hotel con mi cuñada, una china despampanante. Estaba encima de mí, suplicando por mi polla. La embestí con fuerza, sus gemidos llenaron la habitación. No pude contenerme, le eché hasta la última gota de semen en su interior. Una corrida interna que no olvidará, llena de mi semen caliente y pegajoso. ¡Joder, fue intenso!