En la habitación de al lado, los padres están pegados al televisor, sin saber nada de la acción brutal que se desarrolla cerca. Estoy embistiendo a mi gorda hermanastra al estilo misionero, con la boca tapada para reprimir esos gemidos sucios. ¿Tabú? Quizás, pero la emoción de follar con padres a solo unos metros hace que cada embestida sea eléctrica. Es una experta en esto, recibiendo mi polla como una campeona, su cuerpo pidiendo más. Esto no es solo sexo; es un viaje secreto y salvaje al que ninguno de los dos puede resistirse.