En la oficina, después de hora, mi ardiente secretaria gritaba pidiendo clemencia con medias negras, inclinada sobre el escritorio. Un jefe furioso me clavó la polla en el culo brutalmente a cuatro patas, castigándome por ser una esclava desobediente. La destrozada penetración anal terminó en una desagradable corrida facial, dejándome empapada y derrotada.