Al llegar a casa después de un largo día, me desnudé y abrí la ducha a fuego intenso. Mientras el vapor llenaba la habitación, me agarré la polla gruesa, imaginando a esa estrella porno rubia y ardiente, sus pechos perfectos rebotando en primera persona. La acaricié con fuerza, imaginándola de rodillas, con esos ojos de «fóllame» mirándola fijamente. Mi mano se movió más rápido, apretando con más fuerza, hasta que exploté, salpicando mi semen contra la pared de la ducha. Un final perfecto para un día de mierda.