Atrapadas en una pequeña habitación de hotel, mi madrastra latina, curvilínea y tatuada, mi hermanastra, la delgada y yo, tuvimos que compartir una cama individual. El calor colombiano y esas malditas curvas nos volvieron locas. La ropa cayó al suelo y se convirtió en un trío sudoroso y apasionado. Piel tatuada, pechos regordetes y culos prietos rebotando: fue una noche que jamás olvidaríamos.