En una pequeña habitación de motel, Misty, mi ardiente madrastra, y yo compartimos la cama. Su cuerpo apretado, apretado contra el mío, susurra lo sola que ha estado. De repente, está deslizando su mano en mis pantalones, notando mi polla dura como una piedra. Sonríe con suficiencia y dice: «Hagamos que esta noche sea memorable». Me follo a Misty como siempre ha deseado, sus gemidos llenan la habitación mientras se corre una y otra vez. Una noche con mi madrastra se convierte en un festín de sexo salvaje que ninguna de las dos olvidará.