Esa compañera de piso guarrilla volvió a dejar la puerta abierta, prácticamente pidiendo a gritos un polvo duro. Entré tambaleándome, con los pantalones bajándose mientras ella estaba boca abajo, con ese coño amateur guiñándome el ojo. Le encantó, arqueando la espalda y gimiendo mientras la agarraba por las caderas, penetrándola como una maldita vaquera estrella porno. Su coño casero no pudo resistirse, incluso mientras la embestía con fuerza a la vista de todos en el pasillo. Mierda, no era la primera vez, y seguro que no será la última.