Mientras mi amigo iba a la tienda, no pude resistirme a su guapísima hermana japonesa. Estaba loca por un buen polvo, y yo se lo entregué, provocándole el mejor orgasmo de su vida. Esa asiática amateur era insaciable, anhelando cada centímetro de mí. Nos lo montamos como animales, sus gemidos llenaban la habitación mientras la hacía sentir el verdadero placer.