Maldita sea, mi esposa se ha vuelto una zorra hambrienta de pollas. Cada semana, necesita su dosis de polla negra. No puedo culparla, ver esa polla negra enorme estirarle el coño la hace brillar. Soy un cornudo feliz, viéndola disfrutar cada centímetro de su semen. Es insaciable, siempre suplicando más semen. ¿Quién soy yo para negarle su placer? Le encanta, y a mí también.