La erección matutina me dolía, pero esa sexy amateur japonesa al final del pasillo me daba ganas. Era una belleza casera perfecta. Sus risas resonaron cuando llamé a la puerta, lista para la cámara. Abrió, desnuda y ansiosa. Joder, su sonrisa derretía el hielo. Me agarró la polla, acariciándome despacio, con los ojos fijos en los míos. Nos desplomamos en su cama, un desastre de gemidos y sábanas. Su coño estaba apretado, húmedo y todo mío. ¡Joder, qué bien se sentía correrse por la mañana, sobre todo con ella gritando mi nombre!