En el calor de una pelea de bar, esta chica ruda no dudó. Le dio un golpe en las costillas al cabrón, haciéndolo caer al suelo. Con la adrenalina a flor de piel, se giró hacia su hombre, con la lujuria ardiendo en sus ojos. Él la agarró, inmovilizándola contra la pared, besándola con fiereza. Su pasión se encendió, follaron allí mismo, rápido y con ganas, mientras sus jadeantes gemidos resonaban en el bar vacío. Esto no era un acto sexual dulce; era crudo, intenso y ardiente.