En el baño mugriento del bar, la amiga de mi jefe, una amateur sexy, me acorrala. Es guapa, material para un polvo casero, con una sonrisa sensual y un brillo travieso en la mirada. "Estás buenísima", susurra, y luego se arrodilla, lamiéndose los labios. Me baja la cremallera, me saca la polla y empieza a lamerla como una piruleta. No es profesional, pero es de lo más sexy. La agarro del pelo, guiándola mientras me la chupa, haciéndome olvidar dónde estamos. Joder, esto es arriesgado, pero la emoción lo pone aún más cachondo.