Una chica suplica: "¡Por favor, no te corras en mi coño!", pero él es implacable, embistiéndola sin parar, decidido a llenarla con una cremosa sorpresa. Ella gime, sintiendo su polla palpitar, sabiendo que está a punto de explotar. Sus súplicas se convierten en jadeos mientras él se corre profundamente, dándole la corrida que temía pero ansiaba en secreto.