No pude evitar deslizar la mano por mis pantalones mientras estaba sentada en la parte trasera del taxi. La emoción de que me pillaran en público solo me excitó aún más. El conductor no dejaba de mirarme por el retrovisor, pero no se atrevía a decir nada. Al llegar al orgasmo, no pude evitar gemir a gritos, sin importarme si alguien me oía. La masturbación en público es mi nuevo pasatiempo favorito.