Maldita sea, estaba agotada y a punto de desplomarme, pero mi hombre tenía otros planes. Deslizó sus ásperas manos por mi cuerpo moreno amateur, y de repente, me desperté por completo. Sus dedos hicieron su magia, provocándome y sondeándome, dejándome más mojada que un tobogán de agua. No pude resistir más, necesitaba esa polla en mi boca. Se la chupé como una profesional, haciéndole la mejor mamada casera que jamás había tenido. La noche terminó brutal y salvaje, justo como a ambos nos encantaba.