Entró en la habitación pavoneándose, una belleza despampanante, lista para todo. Empezamos con una sesión anal salvaje, con sus gemidos inundando el aire. Luego, la cosa se puso cachonda: se tragó su propia orina, demostrando lo cachonda y sucia que podía llegar a ser. Nuestro rato de juego fue una explosión de diversión pura y desinhibida.