Una morena colombiana salvaje, recién bajada del autobús, necesitaba ayuda. Le ofrecí la mía, y vaya si me lo agradeció. Doblando su gruesa culona, me rogó que le diera una nalgada antes de volver a meterle ese culo guapísimo. Esta belleza migrante sabía cómo demostrar su gratitud, dejándome sin aliento y con ganas de más.