Pillé a su madrastra, una belleza tetona, chupándosela. Tras descubrir un secreto sucio, me invitaron a un trío salvaje. Nos la chupó a ambos, con las tetas rebotando, y luego se turnaron para montarnos las pollas: a cuatro patas, al misionero, de todas las maneras posibles. ¡Qué buenorra!